lunes, 26 de febrero de 2018

Felipe, El Nazi. ¿Peter Morgan le Creyó a Al-Fayed?



El penúltimo episodio de la Segunda Temporadas de “The Crown” ha causado bastante revuelo y muchísima confusión. Respecto a este episodio, titulado “Paterfamilias”, me he encontrado en las redes sociales con  comentarios imprudentes como “El Duque de Edimburgo es Nazi”; “En 1937 participó en una ceremonia nazi”;” todos en su familia eran Nazis”. Uno se admira de como un solo capitulo puede provocar tanta confusión (a veces pienso que los comentaristas son sordos y solo se dejan guiar por las imágenes visuales). ¿Pero cómo antes de escribir un comentario público y difamatorio no investigan un poco?

Esta ha sido una temporada en la que El Coco del Nazismo hace de las suyas. Peter Morgan está en su derecho de exponer los vínculos de la Corona con el Nazismo. Su padre debió huir de Alemania por culpa de Hitler (y su madre de Polonia por culpa de Stalin), pero precisamente, en memoria de su familia germano-judía, debería tener más criterio para tratar el tema.

La conexión entre el Duque de Windsor y el Tercer Reich es algo sabido desde el siglo pasado, pero a juzgar por la cantidad de libros escritos este siglo sobre Eduardo y la Señora Simpson (no menos de 25 publicados en inglés desde el 2000, y eso sin contar las novelas), el tema es siempre candente y un buen gancho para atraer lectores. El problema de “The Crown” es que después que Tommy Lascelles ilustra a la soberna sobre lo cerdo que es el tío, viene un capítulo donde se “nazifica” a Felipillo. ¡Pobre Reina, el tío Nazi, el marido Nazi, las cuñadas nazis! Pero si hasta hay un video de ella haciendo el saludo Nazi.

En mis entradas anteriores indiqué el origen alemán de Felipe de Grecia y Dinamarca (énfasis en Grecia y Dinamarca, países invadidos por Alemania en la Segunda Guerra Mundial), su conexión a la familia Wettin-Windsor y la preponderancia de genes teutónicos en la misma reina Isabel. Si pensamos que, durante la guerra, Felipe sirvió heroica y brillantemente en la Marina Británica, entonces no se entiende como se le pudo tildar de Nazi. Aun así, eses es la impresión que queda tras ver ese capitulo ya mencionado de “Paterfamilias”.

Pero en descargo de Peter Morgan, no ha sido él quien inició estas infundadas acusaciones. El falso nazismo del Duque de Edimburgo fue propagado en el 2009 por Mohamed Al Fayed, padre de Dodi Al Fayed. En este video del 2012, este inmigrante al que el Reino Unido abrió las puertas y permitió que se convirtiera en billonario, carga contra la familia real y principalmente en contra de Felipe, acusando al Duque de Edimburgo de haber matado a Diana y a Dodi porque
a)       Felipe es un gánster (WTF?)
b)      Felipe es un Nazi, porque lo crió una tía que era Nazi (¿quién será esa señora?)
c)       Felipe es un bastardo alemán.

No sé qué me sorprende más, si esas razones que son totalmente irrelevantes en la acusación de asesinato o que un egipcio hable con tanto desprecio de los Nazis que fueron tremendamente pro-árabes y permitieron que soldados musulmanes de la India y Turquía pelearan en las legiones extranjeras de las SS.

Existe toda una escuela de teorías de conspiración respecto a ese accidente en Paris, pero me sorprende que el ex dueño de Harrod’s no se lance en contra de la reina o de Carlos. En cambio, carga en contra del Duque de Edimburgo que siempre privilegió a Diana y fue artifice de su matrimonio. Hay incluso cartas escritas después de la separación  donde Felipe se queja del comportamiento de Carlos: “no entiendo como alguien medianamente cuerdo te dejaría por Camila”; donde se conmisera con la nuera sobre lo que ella sufrió ya que a él tampoco lo trataron tan bien en esa familia; y termina con algo como “si fuera más joven, me casaría contigo (¡UPPS! Ahora van a decir que estaba enamorado de la nuera).

Este señor Al-Fayed (y yo realmente pensaba que era un caballero más distinguido) anda enojado porque el gobierno inglés les ha negado la ciudadanía debido a sus negocios sucios. Aun así, está orinando fuera del tiesto con una acusación totalmente fuera de base.  Aunque el príncipe consorte fuera Nazi ¿por qué habría de matar a la nuera?  ¿Diana era judía, sionista, comunista? ¿Cabía en alguno de los parámetros que albergan a los enemigos del Movimiento Nacional Socialista?

Sin embargo, al leer los comentarios bajo el video, nos damos cuenta de como la voz vociferante de un viejo loco puede convencer a los brillantes usuarios. No solo en YouTube, también en periódicos y otras redes sociales me he encontrado con gente que secunda estas teorías de conspiración. Lo más triste es que muchos se apoyan en el argumente de Al-Fayed de que el esposo de la Reina Isabel es un individuo perverso porque no fue criado por sus padres. Ahora resulta que la orfandad es un estigma que criminaliza al huérfano.

Al-Fayed no solo llevó su discurso payaso a una entrevista, también prestó testimonió en un tribunal. En el 2008 durante una reapertura de la investigación sobre el Caso Diana, el entonces dueño de Harrod’s,  subió al estrado y declaró que unas horas antes de morir, Diana lo llamó para anunciarle su embarazo, su compromiso y su miedo de ser asesinada o por el marido o por el suegro.

 Es cierto que Diana llevaba dos años (incluso antes de conocer a Al-Fayed) con la obsesión paranoica de que iba ser asesinada en un accidente automovilístico, pero la declaración de su ‘suegro” no ayudó  a fortalecer la evidencia. El testigo volvió a acusar al Príncipe Felipe, que según él domina a su familia (¿escuchaste Morgan?), y que es un Nazi, porque lo crió “su tía casada con uno de los generales de Hitler”.

El testimonio de Al-Fayed fue tan extravagante que se cerró la pesquisa sin encontrarse causas para seguir con la investigación. Aun así, la imaginación popular se ha alimentado de esas absurdas declaraciones hasta el día de hoy. Y ahora viene Peter Morgan a echar más leña al fuego. Por eso, creo que es hora de que se construya una visión factual sobre la infancia y adolescencia del Duque de Edimburgo, sobre sus padres y sobre su familia. Hora de despejar las calumnias. Voy a dejar a la Princesa Alicia para un artículo más completo, precisamente porque estoy leyendo su biografía, y por ahora me concentraré en la conexión Nazi.

Lo primero que hay que aclarar es que hasta que Felipe cumplió los nueve años, quien lo crió fue su madre, que ciertamente no era ninguna amiga del fascismo. Luego del desafortunado encierro de Alicia en un sanatorio, Felipe fue enviado al internado de Cheam en Inglaterra. Sus vacaciones, las pasaba con los Mountbatten. Por extravagantes que fueran, los Mountbatten no tenían nada de Nazis, y las tías de Felipe menos. Nadia, Marquesa de Milford Haven, era rusa (los Nazis odiaban a los eslavos) y de origen africano. En cuanto a Edwina Ashley, la esposa de Dickie, su padre era el famoso banquero judío Sir Ernest Cassel. Ahí acaba la cacería por la tía nazi nacida de la imaginación delirante de Al Fayed.
Dickie y Egwina Mountbatten

¿Entonces no hay nazis en la Familia del Duque de Edimburgo? Digamos que hay tantos Nazis como en la familia de Isabel donde el Duque de Kent tenía simpatías fascistas, El Duque de Windsor les hacia venias y corcoveos a la corte hitleriana, y su amada esposa se revolcaba con von Ribbentrop.

En la novena entrega de la segunda temporada, Peter Morgan desboca su imaginación para reversionar la historia familiar de Felipillo y su relación con las hermanas Nazis (que aquí son solo dos).  El episodio gira en torno al afán del Duque de Edimburgo de obligar a su hijo a pasar sus mismas desdichas porque según el personaje de Matt Smith la escuela de Gordonstoun “me fabricó”.

Cómo en la serie Felipillo es un cerdo que maltrata psicológicamente a su hijo y extorsiona emocionalmente a su mujer, temblamos al pensar lo que espera a Carlitos. Por supuesto, que media audiencia queda con la impresión de que Felipe no será Nazi de ideología, pero que le hace al bullying como el mejor de los secuaces de Adolfo.

Es un episodio de flashbacks y escenas pretenciosamente surrealistas como cuando no sabemos si Felipe adolescente sueña o se imagina el accidente aéreo que mató a su hermana Cecilia. O cuando, en medio de la noche, Felipe aborda un bote y comienza a remar sin saber su destino. El primer flashback ocurre después que Felipe, para convencer al hijo de ir a Gordonstoun, le dice que a él le pasó algo parecido. El tampoco quería ir a Escocia y menos dejar a su hermana para ir a la escuela. ¿Primer WTF?

Hay una total diferencia entre las circunstancias del pobre huerfanito Felipe, sin hogar ni domicilio ni apellido, y Carlitos un príncipe en su castillo, rodeado de lujos, amor y cuidados. Compararlos es una bobería. Pero la serie se empeña en hacerlo.

El flashback, nos muestra a  Felipe viviendo con su hermana Cecilia en el Castillo Wolfgarten, en 1934, junto al cuñado Donato “Don” de Hesse, muy simpático a pesar de la suástica en la manga. Para quien no conozca la historia familiar del Duque de Edimburgo, la impresión es que lleva tiempo viviendo con los Hesse, que son su familia, que se quieren, que hablan alemán juntos y que Felipe no tiene ninguna gana de irse a Escocia a un colegio raro. ¿Cuál es la conclusión del espectador? Si Felipe la pasa bomba en Alemania, obviamente también debe ser Nazi.

La pobre Cecilia que odia viajar en avión tiene que llevar al hermanito a la escuela Gordonstoun. Todo es culpa su padre. El Príncipe Andrés (que en todo el episodio aparece como un ente negativo e irresponsable) insiste en que su único hijo estudie bajo la guía del “genio” Kurt Hahn, director de Gordonstoun. Con tono despectivo Cecilia dice que como judío, Hahn, no puede estar en Alemania. “¿Por qué ese genio tuvo que instalarse en Escocia?” refunfuña su hermano. Acto seguido, Felipe se pasa tres años en Gordonstoun y es un milagro que no lo expulsen el primer mismo día por altanero, maleducado y pesado. Totalmente lo opuesto al dulce y sensible Carlitos.

Esta es la realidad, Felipe vivió un año en Alemania, con su hermana Teodora (la que nunca tuvo tarjeta del partido Nazi) y fue ella quien lo llevó a Gran Bretaña cuando Hahn fue depuesto por los Nazis y abrió una nueva escuela en Escocia. Felipe ya conocía y admiraba, a Hahn. La pasó muy bien en Gordonstoun por eso quería la misma oportunidad para su hijo. Felipe nunca vivió con Cecilia (ella y su marido no ingresaron al partido Nazi sino hasta 1937) ni ella influyó en la ideología del hermano.

Volvamos a los flashbacks. Después que Felipe amenaza a Isabel con abandonarla si ella saca a Carlos de la escuela, casi llorando y consumido por los remordimientos, el Duque recuerda la muerte de su hermana. La ironía es que Felipe no se siente mal por el daño que provoca a su familia actual. El se siente culpable por la muerte de Cecilia.

Después de tres años de ser el más insoportable de Gordonstoun, Felipe llama a Cecilia y le pide que lo retire de la escuela. Su hermana casi no puede hablar porque en el cuarto contiguo hay una manada de Nazis borrachos cantando el Horst Wessel Lied. Le cuenta a Felipe que espera otro bebé. Cuando su hermano expresa sorpresa (este era el cuarto hijo de la pareja) Cecilia le suelta un discurso de que es obligación de buenas Nazis parir muchos hijos para la patria. ¡Que absurdo! Cecilia y Felipe venían de una familia de cinco hermanos, su abuela tuvo siete hijos, su bisabuela Victoria tuvo nueve, las familias de la realeza tienen muchos críos y no por razones ideológicas.

Cecilia le dice a su hermano que tiene que ir a una boda en Londres, pero que no quiere volar hasta allá. Mejor se queda en casa y que Felipe venga a hacerle compañía. Otro invento, la tal boda era la del cuñado de Cecilia, no había manera de no asistir. En fin, Morgan lo arregla haciendo que, en la escuela, Felipe, alevosa y vengativamente, golpee a un compañero contraviniendo todas las reglas del fair play británico. Hahn acuartela a Felipe y lo pone a construir un muro. Cecilia, no tiene mas remedio que viajar (antes de subir al avión se persigna. ¿Qué Nazi se persigna?)

El avión cae sobre Bélgica, todos mueren. Tío Dickie Mountbatten lleva a Felipe a Alemania para el funeral. Aquí viene algo muy complejo y que en la vida real le costó muchas criticas al Duque de Edimburgo. Efectivamente, los Nazis convirtieron el entierro en un espectáculo propio. Hubo, tal como muestra la serie, delegaciones de Hitler Jugend y Bund Deutscher Madl; gente que sacaba la zarpa por la ventana en saludo Nazi a la pasada del cortejo y hay fotografías del adolescente Felipe marchando tras los ataúdes, flanqueado por cuatro individuos en uniformes militares.

Estos señores que en la serie parecen mastodontes brutales, eran los cuñados de Felipe, más el recién casado Luis, hermano de Donato. Lo extraño es que en cualquier funeral que se respete marcharían tras el féretro los parientes inmediatos, los padres de Cecilia, Felipe y sus hermanas, pero no funcionaban así las cosas en la sexista Alemania de Hitler. Se les ocurrió que lo mejor era que marchasen solo hombres y uniformados, pero para que no resultara tan extraño dejaron que Felipe fuese el deudo mayor de Cecilia.

Mucha gente ha dicho que, al participar en una ceremonia Nazi, Felipe afirmaba lealtad al fascismo. Eso es totalmente estúpido. Felipe no tuvo voz ni voto en cómo debía disponerse la ceremonia y negarse a asistir hubiese sido impensable. Además, seamos francos, en 1937, a menos que fueras de izquierdas o judío (o Churchill que fue un gran visionario), no era común atacar el nazismo. Recordemos que hasta la Crisis de Múnich, los ingleses abrazaban corrientes pacifistas y políticas de apaciguamiento.

Un ejemplo es la presencia de Dickie Mountbatten en el funeral. Obvio que va en representación de la Casa de Battemberg, que es una rama de la familia Hesse. También está ahí como tío de uno de los cadáveres. De hecho, Cecilia y Don iban a hospedarse con los Mountbatten durante su estadía en Londres. ¿Pero porque va de uniforme? (en la serie no lleva el uniforme de gala de la marina británica, pero en la foto de abajo se ve que si lo usó)  Pues porque cumple un rol oficial. Esta ahí en representación de la Corona Británica que no olvida que Cecilia y Donato eran descendientes directos de la Reina Victoria.

Todavía nos falta el mas falso de los flashbacks. Después del entierro, Felipe y su tío entran a un salón donde los padres de la difunta están recibiendo las condolencias. Todo indica que Felipe va a ver a sus padres por primera vez en años. Según le grita un compañero en Gordonstoun, el Príncipe Andrés vive con su amante en Montecarlo y la madre está en un manicomio. En realidad, en 1937, Andrés había regresado a Atenas tras la restauración de la monarquía, y Alicia vivía en una pensión en Colonia, tras un año de haber dejado el sanatorio.

Sofia, la otra hermana del príncipe (¿y donde están Teodora y Margarita?) se acerca a su madre y le susurra en el oído “es Felipe”. Maniobra inútil y absurda. La Princesa Alicia era sorda de nacimiento, para comunicarse con ella había que usar lengua de señas, o dejar que leyera los labios.

 La pobre Alicia mira al joven con ojos vidriosos como si no lo reconociera. Raro, puesto que Felipe solo hacía unos meses había almorzado con su madre en Bonn. En ese instante, Andrea se levanta enfurecido y hace un discurso de que por culpa de Felipe ha perdido a su hija favorita. Lo expulsa de la sala. Efectivamente, Cecilia era la favorita de su padre, pero ni Andrés culpó a su hijo, ni lo expulsó de la sala, ni actuó como si no lo hubiera visto en mucho tiempo. ¡Sobre todo porque Andrés y Felipe acababan de viajar juntos desde Gran Bretaña!

Hugo Vickers, historiador oficial de la familia Real Británica, ha llamado a todo el episodio “una mentira monstruosa”.  Con una realidad tan dramática, ¿por qué Morgan ha alterado la historia? Mi opinión es que intentó limpiar la imagen de Felipe como padre cruel tratando de que inspirara lástima. Lo que consiguió fue lo contrario.  Dentro del libreto, Felipe es culpable de la muerte de Cecilia, puesto que si no anduviera dando mamporros traperos a los compañeros hubiera podido viajar a Wolfgarten y evitar que la hermana embarazada abordara el avión. Entonces no merece lástima ni perdón.

En resumen, es solo un cuento mal contado. En la vida real ni Felipe hizo que lo castigaran, ni planeaba quedarse con Cecilia que no tenía excusa para no ir a la boda. Culpable fue Don que, en vez de llevar a su mujer por barco o tren y ferry, insistió en volar estando ella tan cerca del término de su embarazo. Los detalles sobre el accidente los contaré, D-s mediante, en mi próxima entrada donde espero clarificar el grado de fascismo en cada una de las hermanas del Duque de Edimburgo.


jueves, 22 de febrero de 2018

Felipe “El Huno” y la Casa de Battenberg: Lo que aprendimos con "The Crown"



En el Siglo XIX, en los reinos de Italia, Alemania y Rusia apareció un nuevo fenómeno, los matrimonios entre plebeyas y príncipes de sangre real. Vale decir que cualquier mujer que no fuese princesa o duquesa era tildada de plebeya. Los soberanos no tenían más remedio que encasquetarles un título de nobleza y mandarlos a otros lados para que no los abochornasen. Uno de esos casos fue el de la Casa de Battemberg de la cual saldría Felipe de Grecia, otro sería la familia de Teck de la cual vendría Isabel II. Por todos lados, los genes alemanes forman un vínculo entre los Esposos Mountbatten.

Los Teck provienen de la unión irregular de un hijo del Duque de Wurtemberg y de una condesa húngara, Claudine de Rhedy, muy aristócrata ella, pero no lo suficiente para un príncipe. Primero, el Duque les dio el título de Condes de Hohenstein. Con ese título tan pobrete, el primogénito Francisco no podía aspirar a la mano de ninguna princesa. Sin embargo, el chico era avispado. 

Se fue a Inglaterra a cortejar a la Princesa Adelaida, hija del Duque de Cambridge, uno de los muchos tíos de la reina Vicky. Adelaida era treintañera, solterona y obesa. Le encantó ser cortejada por este guapo teutón. Se casaron y el admirado abuelo Wurtemberg los nombró Duques de Teck.
Princesa Adelaida

La pareja tuvo cuatro hijos y a todos les fue bien. El mayor recibió un título inglés, Marqués de Cambridge, y se casó con Lady Margaret Grosvenor, la hija del millonario Duque de Westminster. Su hermano Francis lo pasó mejor, se le inventó un título para él solito, Conde de Athlone, cuando se casó con la princesa Alicia, una nieta de la reina Victoria, pero a la que si le fue de maravilla fue a Mary, la única hija mujer de los Teck.
Los Duques de Teck con su hija mayor, María

Como la Rina Victoria vivió hasta casi los cien años, tuvo mucho tiempo para organizar los matrimonios de sus hijos y de sus nietos. De esos los más importantes fueron las uniones de los hijos de su heredero, el Príncipe de Gales. El mayor se llamaba Albert Victor, lo apodaban "Eddy",  y alrededor de él se han tejido mil leyendas, como que era el verdadero Jack el Destripador. Lo que no es leyenda es que Eddy, quien portaba el título de Duque de Clarence, moría de amor por Helena de Orleans. Hija del pretendiente a la corona francesa, Helena era muy linda y linajuda, pero era católica.

Helena estaba tan enamorada que ofreció hacerse protestante. Conmovida ante esta muestra de cariño, Victoria apoyó a la pareja, pero les salió oposición férrea al camino. Primero el Marques de Salisbury (nunca confíen en un Cecil) que como primer ministro hizo varias cosas nefastas en contra de la unión. Luego el Conde de Paris, padre de Helena, negó su permiso.  Por último, el Papa les negó una dispensa para un matrimonio en el cual pudiesen conservar sus respectivas religiones. Esta es una historia más triste que la de la alocada Margarita y Peter Townsend.
Helena de Orleans

Helena terminó casada con el Duque de Aosta. Eddy  nunca se consoló, pero aceptó casarse con una novia que su familia y Salisbury aprobaran, una buena princesa anglo-germana, Maria de Teck. El Duque de Clarence tuvo la última palabra sucumbiendo a una gripe antes de la boda. A la pobre Maria no le dieron tiempo de vestirse de luto. Rápidamente la comprometieron con el que iba ser su cuñado, el nuevo príncipe heredero y futuro Jorge V. Esa es la historia de la Reina Mary.
Boda del príncipe Jorge y María de Teck

“The Crown” nos muestra las raíces alemanas de la Reina Viuda en la escena en que el Duque de Hanover llega corriendo a escandalizarla a ella y al Duque de Windsor con el cuento que Dickie Mountbatten planea ser la sombra tras el trono e instalar una nueva dinastía gracias a su sobrino. 

Morgan hace que en la escena todos hablen en alemán, que la reina Mary no rechace ni sus raíces ni su parentesco con casas reales alemanas. Incluso podemos entender la simpatía que el Duque de Windsor tenga por el país de sus antepasados.



Lo que no entiendo, y encuentro totalmente hipócrita, es el miedo a los Mountbatten y al modo en que esa familia pueda dominar a la corona. Es como si estuvieran hablando de perros mestizos cruzándose con perros de raza. Los Mountbatten son tan alemanes, tan refugiados y tan advenedizos como los Teck. Para entender a los Mountbatten hay que ir a su origen, una chica polaca llamada Julia Haucke.
Julia Haucke

Julia era hija de un gran militar polaco al que, en sus postrimerías, el ultimo reino polaco hizo conde. Despué, s el Zar de Rusia ratificó el título nobiliario gracias a los servicios del General Haucke al imperio en sus esfuerzos por afanarse una buena parte de Polonia. Los revolucionarios rusos le vieron cara de reaccionario y mataron al conde enfrente de sus hijas.
Julia en 1840

Julia y su familia quedaron en la miseria. Caterina, la hermana mayor se las apañó haciéndose amante del Duque de Mecklemburgo. Para no ser menos, Julia hizo lo suyo con el Príncipe Alejandro de Hesse, hermano de la Zarina. Pero algo ocurrió ahí. Cuando Julia entró en el sexto mes de embarazo, al Príncipe le entraron las ganas de matrimoniarse. Para cuando Marie nació, Julia y Alejandro se habían casado y convertido, cortesía del Duque de Hesse, en Condes de Battenberg.

Los recién casados iniciaron un peregrinaje por Europa, primero Austria, luego Milán y Verona, finalmente Suiza. Su vida nómada les tomó años y sus cuatro hijos nacieron en diversas partes del continente. El más pequeño Enrique nació en Suiza. 

Eventualmente, Enriquito gravitó hacia Inglaterra y se enamoró de Beatriz, la hija menor de la Reina Victoria.  Vicky que era tirana y mala madre, le había exigido a Beatriz (y eso que era su favorita) no casarse y vivir con ella para siempre. En un dilema, la enamorada princesa y su Enrique se atrevieron a apelar la a naturaleza romántica de la reina.

Victoria reaccionó encantada. Enrique no tenía donde caerse muerto, no tenía país al que le debiera lealtades y era un buen chico alemán como el “querido Alberto”.  Previa promesa de que los esposos acompañarían a la soberana hasta que esta yaciera en el féretro, Beatriz y Enrique recibieron permiso real y se casaron. Así gracias a la caridad de Victoria, España tiene rey hoy día.
Vicky, y su familia cautiva, los Battenberg y sus hijos. La bebé en los brazos de Enrique es la futura reina de España

Pero el más importante de los hijos de Julia Haucke fue Luís. A pesar de su estilo nomádico de vida, los Battemberg realizaban periódicas visitas a Darmstadt donde residían los Duques de Hesse. Ahí el pequeño Luís creció muy unido a la familia de su primo casado con Alicia de Inglaterra. Si, esa beba llorona que en la serie Victoria presenta a Sir Robert Peel.

Alicia le embutió al sobrinito un gran amor por Albión y cuando Luís tenía catorce años postuló para ser cadete en la prestigiosa Academia Naval de Darthmouth. Alicia le escribió a la madre, y Victoria usó su influencia para que lo aceptaran. Pronto Luís estaba haciendo carrera en la marina británica.

Cuando le llegó el turno de casarse, Luís eligió por esposa a su prima Victoria Alberta, hija de Alicia. Los recién casados se instalaron en Inglaterra. Para cuando a Victoria le llegaron los dolores del parto, su abuela la hizo venir al palacio. En presencia de la reina, la ahora Princesa de Battenberg alumbró a su primogénita, Victoria Alicia quien en 1905 se casaría con Andrés de Grecia. Ósea de ahí viene Felipe. Además, el hermano menor de Victoria Alicia fue “Dickie” Mountbatten. Ya nos internamos en terreno conocido.
Principes Battenberg con sus cuatro hijos: Alicia, Luisa, Jorge y Dickie

Me he pasado dos entradas contando como la familia real británica proviene de cepa totalmente teutónica; como Felipe, por muy alemanes que fueran sus padres, posee solidas conexiones con la Reina Victoria; y como a partir de la influencia del despreciado Alberto, la sociedad inglesa se volvió filo germánico. ¿En qué momento cambiaron las cosas al punto de que un príncipe griego fuese menospreciado por cortesanos y una reina de origen plebeyo? Pues la respuesta yace en las dos guerras mundiales.

En 1914 estalla la cruenta Gran Guerra que les costaría millones de muertos a ambos bandos. En Gran Bretaña surge una paranoia anti germana que llega a extremos calamitosos tales como los de destripar a perros salchichas. El ejército alemán es visto en términos sobrenaturales como una entidad diabólica. A los soldados se les conoce como “The Huns” (los Hunos) para deshumanizarlos asociándolos con los salvajes barbaros de las hordas de Atila. Pero La Familia Real está poblada de Hunos.

Aconsejado por sus ministros, Jorge V decide cambiar el nombre de su dinastía. Adiós a los Saxe-Coburgo y Hannover. El humilde apellido Wettin se transforma en el artificial Windsor. Cuando llega la noticia a Berlín, el Kaiser, muerto de la risa, pregunta si habrá que cambiar el nombre a la pieza shakesperiana “Las alegres comadres de Windsor, y si ahora pasarán a ser “Las alegres comadres de Saxe-Coburgo-Gotha”.

En Inglaterra nadie se ríe, los cambios de apellidos se vuelven primordiales. Los Teck se convierten en “Cambridge” y los Battenberg traducen su apellido (que significa Monte Batten) al más anglo “Mountbatten”. Las cosas se llevaron más lejos en el esfuerzo de hacer a los Battenberg más británicos. El hijo mayor de la Princesa Beatriz se convirtió en el Marqués de Carisbrooke. 

Aunque la Princesa Alicia nunca cambió su apellido a Mountbatten, su padre, quien había alcanzado el puesto de Primer Lord del Almirantazgo, pasó a ser Marqués de Milford Haven, título que heredaría su hijo George. En cuanto a Dickie, de príncipe pasó a ser simplemente Lord Louis Mountbatten (hasta su elevación, en 1947, a Conde Mountbatten de Birmania).
Los Battemberg pasaron a ser Mountbatten

Ni el fin de la guerra trajo paz a los nuevos Windsor. Conscientes de que sus orígenes siempre los perseguirían, los reyes motivaron a sus hijos a casarse con ingleses, aunque no fueran de la realeza, y miraron siempre con desconfianza a los Mountbatten. A pesar del cambio de nombre, los ex Battenberg seguían apegados a feas costumbres continentales como extravagantes estilos de vida, hábitos bohemios en lo que respecta a su vida sexual, y apego a liberalismos intelectualoides.

La germanofobia británica se tomó una tregua en los años 30s con el auge del pacifismo, las políticas de apaciguamiento, y el interés por parte de diversos sectores de la sociedad angla por La Unión de Fascistas Británicos. El hecho de que el Príncipe de Gales, por breve tiempo Eduardo VII, fuera pro Alemania también ayudó.

Todo cambió tras la abdicación. El nuevo rey y su formidable consorte representaban un estilo de vida doméstico, pero autóctono. Antes de que la Lutwaffe bombardeara el palacio de Buckingham, ya la Reina Madre odiaba a los alemanes. No se la puede culpar, perdió a un hermano en la Gran Guerra, otro fue prisionero. En el Castillo de Glamis que su padre había habilitado como hospital, la otra Elizabeth atendió cientos de soldados heridos por armas germanas. De ahí su fastidio por el yerno. Yo entiendo esa mentalidad (que también es la de Tommy Lascelles, un veterano del Somme, cuyo único hijo varón había resultado herido de gravedad en la Segunda Guerra Mundial), pero hay ciertos detalles un poco mezquinos sobre este fastidio que suscita Felipe.

Aunque es cierto que una encuesta indicó que el 40% de los ingleses estaban en contra de la boda, no creo que fuera por el origen genético del príncipe. Hasta el día de hoy, hay octogenarios británicos  que se refieren al Duque como “Phil, el griego”. así que no es lo alemán lo que les molestaba. Pero a la Reina Madre sí. ¿No sería porque temía que un matrimonio con un príncipe de origen teutónico recordase al pueblo que Isabel, por parte de padre, era alemana? ¿El temor a las hermanas Nazi de Felipe no nacería del miedo a que ese informe ultra archivado que delataba las conexiones de los Duques de Windsor con El Tercer Reich saliese a la luz?

La Queen Mum se llenaba la boca, bombardeando (a sus espaldas) a su yerno con epítetos como” El Huno” o “Johnny Kraut”, pero en realidad su desconfianza iba dirigida hacia la gente que había formado a Felipe. Los Mountbatten en su día habían sido amigos del Rey Eduardo, a quien su cuñada odiaba.  Es que es un poco absurdo hablar de Felipe, cuyo distinguidísimo récord militar claramente indicaba su adhesión a la causa aliada, como un alemán siendo que nunca habló bien esa lengua, ni vivió más de un año en Alemania.

Otra mezquindad es que la Reina Madre (y Margarita, siempre tan esnob) se burlen en “The Crown” de la familia de Felipe, mirándolos en menos. El Príncipe Andrés de Grecia venia de una antiquísima familia real que gobernó Dinamarca desde el siglo XVI hasta hoy en día, y la princesa Alicia compartía la misma herencia de Isabel. Felipe y su prometida descendían de los mismos Saxe-Coburgo, Hanover, Estuardo, Tudor, Plantagenet etc. hasta llegar a Rollo, el Vikingo.

Con todo respeto, pero Elizabeth Bowes-Lyon no tenía un pedigrí tan ilustre como el de su yerno. Así que cuando en su diario Sir Alan mordazmente se pregunta “¿de dónde viene realmente?” (Felipe), habría que recordarle que el nuevo Duque de Edimburgo es tan descendiente de Rollito como el mismo Tommy Lascelles.  (Mmm, por ser contreras, agrego que Sir Alan les ganaba a todos en antigüedad de pedigrí ya que descendía del legendario rey de Irlanda, ‘Conn, el de las Cien Batallas”) .

Y para terminar con la contradicción, controversia e hipocresía que se generó en torno a la germanidad del Duque de Edimburgo, voy a hablar sobre dos casos parecidos que tuvieron lugar casi simultáneamente a la Boda Real y que se solucionaron sin tanto bullicio ni incomodidad para los novios.

 El primero se refiere al “Primo Ernst”, conocido en la historia como Ernesto Augusto de Hanover.  Lo vimos en el capítulo “Smoke and Mirrors” gozando de la champaña de Dickie para luego ir a delatar a su anfitrión con la Tía Mary y el primo, Duque de Windsor, de que existía toda una “Conspiración Mountbatten”.

Los seguidores de “Victoria” sabemos que el reino de Hanover era como un spinoff de la corona británica, que ahí reinaban el tío Cumberland y sus descendientes. Aun después de Hanover pasar a ser parte del Alemania unida, siguió teniendo lazos con el Reino Unido. Algo que aprendimos en “The Crown”” es sobre la engorrosa Acta Matrimonial de 1772. Bajo las cláusulas de esa acta todos los matrimonios entre la realeza de Hannover deberían tener permiso de la Corona Británica antes de efectuarse.

Cuando en 1946, la Princesa Sofia de Hesse (hermana del Duque de Edimburgo) solicitó permiso del Rey Jorge VI para contraer nupcias con Georg de Hannover, hermano de Ernesto, se le negó, por el pasado nazi de la novia, un detalle que nada tenía que ver con las estipulaciones del acta. En 1951, cuando Ernesto Augusto solicitó la venia del mismo rey para casarse con Ortrud de Schleswig-Holstein (otra vez ese apellido) se le otorgó. Mas encima se le invitó al funeral del Rey Jorge. Y eso que Ernesto era nieto del Kaiser, había peleado en el frente ruso como parte de la Werhmacht y (de acuerdo con el tabloide Bildzeitung y el más prestigioso Der Spiegel) su abuelo se había hecho de una fortuna con propiedades requisadas a los judíos.
Ernesto y Ortrud

Es cierto que tras ser expulsado del ejércitouna maniobra hitleriana para neutralizar a la nobleza germana de la que desconfiaba el Fuhrer Ernesto gravitó hacia a los círculos que complotaban en contra de Hitler. Tras el atentado Stauffenberg, Ernesto fue arrestado e interrogado por la Gestapo quien lo tuvo bajo custodia por casi dos meses antes de liberarlo. Curioso, porque es casi la misma trayectoria del Príncipe Gottfried zu Hohenlohe, otro cuñado del Príncipe Felipe. Y, sin embargo, Gottfried está en la lista de los “parientes Nazis” del Duque de Edimburgo.

El otro caso concierne al Príncipe Federico de Prusia, nieto del Kaiser. Como su hermana Cecilia, Federico era muy anglófilo, vivía en Inglaterra y la Segunda Guerra Mundial lo encontró estudiando en Cambridge, bajo un nombre falso. Fue arrestado, como casi todos los alemanes residentes en el Reino Unido, y deportado a un campo de prisioneros en Canadá. En 1941 fue liberado gracias a la influencia de la Reina Mary que le tenía cariño a Fritzl (el Rey Jorge era el padrino del príncipe).

De regreso a Inglaterra, Fritzl primero sirvió en el Pioneer Corps y luego bajo el alias de “George Mansfield”, trabajó en una granja. Cuando tuvo un accidente en su tractor, fue atendido por una enfermera llamada Lady Brigid Guinness. Brigid era hija del Conde de Iveagh y una de las herederas de la fortuna nacida de la famosa cerveza. 

En 1945, Fritzy y Lady Brigid se casaron. A pesar de que intentaron que su boda fuera discreta, la prensa se enteró y hubo mucha publicidad. Sin embargo, nadie impidió ese enlace, ni les tiraron piedras a los novios, ni los criticaron, ni la familia Guinness llamó al nuevo pariente “Él Huno”, ni le escupió otros epítetos que el pobre Felipe tendría que cargar años después de casado.




lunes, 19 de febrero de 2018

Alberto y Felipe: Cuando Nadie en Inglaterra Quería Príncipes Consortes Alemanes



En la primera temporada de “The Crown”, vimos a cortesanos y miembros de la familia real desconfiar del origen alemán del prometido de la princesa Isabel. ¿Coincidencia? Porque en la primera temporada de “Victoria”, pueblo y clase política demostraron su molestia ante un enlace de su soberana con un príncipe alemán. ¿Es lógico ese repudio cuando hace más de tres siglos que los reyes de la Gran Bretaña son de la más pura cepa teutónica?

A dos meses de salir al mercado, la segunda entrega de” The Crown” ha elevado controversia, confusiones y dudas, sobre todo en lo que respecta al personaje del Duque de Edimburgo, núcleo de esta temporada. Pero desde la Primera Temporada que se ha dicho que el origen germano del Príncipe Felipe puede haber jugado en su contra al momento de casarse.  Este es uno de los pocos hechos verídicos en este descuartizamiento de la vida y aventuras de Felipe de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glucksburg.
Felipe en brazos de su madre Alicia de Battemberg

El primero es que, aunque nació   príncipe de Grecia y su bisabuelo era el rey de Dinamarca, su mismo apellido lo delata como de origen germano.  Todos sus ancestros inmediatos son miembros de casas principales de Alemania. Incluso su abuela la Gran Duquesa Olga Feodorovna era hija de Alejandra de Saxe-Altenburgo y nieta de la Princesa Carlota de Prusia.

Sin embargo, si revisamos (y lo vamos a hacer) el árbol genealógico de Isabel II encontraremos también (aparte de su madre) una preponderancia de sangre alemana con algunas gotas de plasma danés. Y la familia real danesa moderna desciende de la casa alemana de Oldemburgo. ¿Entonces de donde deriva ese sentimiento de asco por la sangre germana?  Las razones son político- históricas y van más allá de las guerras mundiales que enfrentaron a soldados británicos con soldados alemanes.

Una particularidad del pueblo inglés es su insularidad que en ocasiones puede derivar en xenofobia. Los motivos son que a lo largo de su existencia (y antes de que les bajara el prurito colonialista y se pusieran a invadir otras tierras) la Gran Bretaña fue muchas veces invadida o amenazada con alguna invasión.

Primero la invadieron los romanos, luego los sajones (tribu germánica) finalmente los vikingos. Pero la peor invasión, la que derrocó y destruyó a los reyes sajones fue una invasión de vikingos francoparlantes. Guillermo, El Conquistador impuso la cultura normanda y a través de su bisnieto Enrique, una dinastía normanda en suelo inglés, la Casa de los Plantagenet que reinaría hasta el siglo XV.
Las tropas de Guillermo, el Conquistador, en el Tapiz de Bayeux

Los Plantagenet tomaron por costumbre casarse con francesas, lo que no impidió que tuviesen con la nación gala una guerra que duró un siglo. Al cabo de la cual, y como todavía les quedaban ganas de pelear, estalló una guerra civil entre el rey Enrique de Lancaster, casado con francesa, y su primo Eduardo de York, de una rama Plantagenet menor, pero más inglesa. Todo ese lio acabó, como sabemos los adictos a reinas y princesas blancas, con el codicioso y paranoico Enrique Tudor haciéndose del trono.

En su momento se pensó que Enrique fundaba una casa real totalmente inglesa, incluso celta, pero tampoco era así. Era hijo de Margaret Beaufort, y Mi Señora, La Madre del Rey era bisnieta de Juan de Gante, lo que la hacia una Plantagenet. La abuela de Enrique era Catalina de Valois, que puede no haber sido hija del rey loco, Carlos VI de Francia (así de casquivana era la madre que dudas sobre la paternidad de su prole siguen hasta hoy), pero que de Isabel de Baviera heredó los desquiciados genes de los Wittelsbach y la sangre de los Visconti, Doria y Della Scala. Cuando uno mira los excesos Tudorianos hay que pensar en ese melange genético.

Saltémonos a los Tudors que eran muy locos y muy estériles y pasemos a los Estuardo. El rey Jacobo a pesar de públicamente repudiar esa cultura franco-católica que heredó de su madre, siempre se mostró proclive a refinamientos continentales e incluso flirteó con la idea de levantar las leyes anticatólicas que más allá de la religión, cerraban las puertas al acceso a conocimiento y artes desarrolladas en los países mediterráneos. Su mujer, Ana de Dinamarca, era católica enclosetada. Su hijo Carlos I se casó con una princesa francesa y católica.
Ana, la primera consorte británica con sangre danesa

Ante estos hechos que afectaban a la Iglesia Anglicana, la clase dominante inglesa cortó por lo sano cortándole la cabeza al rey e impuso una dictadura puritana, pero la muerte de Cromwell trajo de regreso a los Estuardo, más católicos y más francófilos que nunca. Hubo guerras y revoluciones. SE impusieron las nietas de Carlos I, ambas señoras anglicanas, una casada con Guillermo de Holanda, la otra con Jorge de Dinamarca. Como ninguna tuvo hijos que llegasen a edad de gobernar, se buscó urgentemente en las cortes luteranas del continente a algún descendiente de los Estuardo que tuviera pedigrí, pero también fuese un buen protestante.
De Elector de Hanover, Jorge pasó a ser rey del Reino Unido

Fue así como en Hanover encontraron a Jorge I. Casi sin hablar inglés, el rey cincuentón llegó a Albión acompañado de su amante germana, la Condesa von der Schulemburg.  Jorgito dejó a la Reina Sofía-Dorotea, su consorte, bien encerrada en Alemania como castigo por sus malos pasos. El nuevo rey no tendría reina, pero tenía un hijo varón que sería Jorge II. Así la Inglaterra dieciochesca viviría cuatro reyes, todos llamados Jorge, todos alemanes, todos casados con princesas alemanas.

Cuando muere Prinny (Jorge IV) y lo sigue su hija Carlota (hija de Carolina de Brunswick) el trono pasa a Alejandrina Victoria, hija del Duque de Kent y su esposa Victoria de Saxe-Coburgo. La serie nos lo deja claro. La reina Victoria es alemana por los cuatro costados, con su madre habla en alemán, su aspecto físico es germano, hasta su institutriz es alemana. Sin embargo, cuando pide en matrimonio a su primo hermano, Alberto de Saxe Coburgo, se alzan voces en contra de la unión. El mismo Melbourne aconseja a la reina repensar su decisión. Los ingleses no quieren un rey alemán.

Una cosa es tener reinas germanas en una época en que las consortes vivían escondidas en sus palacios, y otra tener un teutón bárbaro que, si algo le pasa a Victoria, reinará en su lugar. La prensa critica y caricaturiza a Alberto, pintándolo como una salchicha de Frankfurt. 

No se entiende este rechazo, si hace cien años, los mismos ingleses se fueron a mendigar a Hanover por un rey. Es que los tiempos han cambiado. Ya no se trata de reyezuelos en principados del porte de un pañuelo. Ahora Europa habla alemán. Prusia se perfila como el gran imperio, el poder que puede agrupar a todos esos condados, ducados y principados en un solo reino.

Las guerras napoleónicas han provocado un desequilibrio de poder. Francia intenta reinventarse bajo un “rey-ciudadano”, España es una sombra de su imperio, Italia una serie de reinos y ducados que todavía no saben cómo unirse ni sacudirse el yugo austriaco que los oprime. Donde no manda Prusia, rige el Imperio Austrohúngaro, también germano parlante. Austria no solo domina la Europa del Este también es dueña de Lombardía, Toscana y El Véneto. Solo Rusia gobierna más territorio y el imperio de los zares se proyecta hacia Asia, no Europa.


Cuando en “Victoria” Luis Felipe se queja de que los príncipes Coburgo se andan ‘robando” a todas las princesas europeas, no miente. Alberto es ahora consorte en la Gran Bretaña. Otro Coburgo se ha casado con la Reina Maria de la Gloria y juntos administran Portugal. Hasta de Brasil mandan venir Coburgos para sus princesas. Lo que Luis Felipe se guarda es que tres de sus hijos están casados con Coburgos, incluyendo a Luisa Maria, la mayor, casada con el Tío Leopoldo, Rey de los Belgas.


Y es que en Europa están apareciendo nuevas naciones y para gobernarlas sobran los príncipes alemanes. Bélgica ha elegido que la reine Leopoldo de Saxe-Coburgo. Su sobrino Fernando será rey de Bulgaria. En el trono de Rumania se instalarán los Hohenzollern y Grecia, luego que se sacuda a los turcos de encima, probará suerte con un rey Wittelsbach para luego reemplazarlo con un príncipe danés. Así la familia real griega se apellidará Schleswig-Holstein.

Pero volviendo a Victoria y Alberto. Ahí no existe problema con el apellido de los hijos. La reina enamorada está feliz de llamar a su prole Saxe-Coburgo, aunque el verdadero apellido (y les tomará cincuenta años recordarlo) es Wettin. El pueblo inglés comienza a ver con buenos ojos al consorte. Se publicitan (como se ve en “Victoria”) las mejores virtudes del príncipe tales como su interés en las ciencias y su afán de implantar medidas higiénicas tanto en el palacio como en su pueblo.

Gracias a Alberto la familia inglesa desarrolla gustos por el ejercicio, la vida sana, la higiene. El príncipe es un buen administrador que recorta los gastos superfluos, sube los sueldos de los sirvientes, pero también es más exigente con ellos. Por otro lado, Alberto crea la idea de la privacidad de la familia Real, de hacer reglas para que el populacho no se inmiscuya en su entorno familiar. La Reina Victoria comienza a tener trato más breve con ministros, a no ser tan cercana a la aristocracia (que nunca aceptó a Alberto) y a ser más moderada en lenguaje, conducta y vestuario. El habilidoso Alberto consigue lo que los Hanover nunca hicieron, imponer su cultura en Inglaterra. Si hasta se trae el árbol de Navidad para integrarlo a las tradiciones decembrinas inglesas.
Las navidades de Victoria y Albertio

La clase media adopta las costumbres palaciegas. Y así tenemos ese perfil de la cultura victoriana: doméstica, pero puritana; reprimida pero amiga del ejercicio y de la naturaleza. Esas imágenes literarias de la familia victoriana con niños bien portados, y padres benévolos, pero dictatoriales, rodeando el árbol navideño,  son en realidad réplicas de familias alemanas.

Victoria está tan encantada con su marido alemán y su estilo de vida que fomenta en sus hijos matrimonios germanos. De sus nueve hijos, seis se casan con alemanes. Su hija mayor, Vicky, será la primera emperatriz de una Alemania unida. El príncipe heredero no tuvo una alianza teutónica, pero se casa con la princesa más bonita de Europa, Alejandra de Dinamarca y ya sabemos que la Familia Real Danesa es Schleswig-Holstein, etc.
Alejandra de Dinamarca

La admiración de los ingleses por Alemania no se queda en árboles navideños y no acaba con el fallecimiento de Alberto, Para fines del reinado de Victoria existe una conciencia en el mundo académico inglés de que Alemania posee la superioridad mundial en la música, filosofía, medicina y ciencias en general. Los médicos iban a especializarse en Alemania, las hijas de familias pudientes inglesas estudiaban en internados alemanes.

De igual manera los alemanes se establecían en Inglaterra, como las ficticias hermanas Schlegel de Howard’s End, o se traían esposas germanas como hace el filólogo Ernest Weekly. En 1899 se trae de Alemania a la baronesa Frieda von Richtofen. Todo para que se la robe su más aventajado alumno, un tal D.H. Lawrence, acto que inspirará las páginas más candentes de la literatura inglesa.

La nobleza germana tampoco es ajena al encanto anglo. El Kaiser Guillermo, nieto predilecto de Victoria, se la pasaba de cacería en las tierras escocesas de su amigo el Duque de Sutherland, y a la corte de Victoria llegaron refugiados nobles de Alemania, los productos de una nueva moda, la nobleza morganática.

Sobre esta nobleza, y especialmente sobre La Casa de Battemberg, hablaré en mi próxima entrada. Es posible que el mal recibimiento de Felipe de Grecia por sus parientes políticos no se debiera tanto a su sangre germana, a pesar de que el fantasma de la Gran Guerra teñiría la visión de muchos allegados que se convertirían en sus enemigos (léase la Reina Madre y Sir Alan Lascelles).

Mi teoría es que pesaba más su parentesco con la Familia Mountbatten y la posible influencia de esa familia en la casa de Windsor. Sabido es que esa fue la razón por la que se privó al Duque de Edimburgo por muchos años de un derecho de todo padre de darle su apellido a sus hijos.





jueves, 15 de febrero de 2018

En San Valentín, los Momentos más Románticos del Drama de Epoca del 2017



Aunque este San Valentín me encontró de vuelta de los asuntos del corazón (Malena no tiene Amo. ¡Malena es un Elfo Libre!), eso no quiere decir que sea insensible al romanticismo en la ficción sobre todo en la histórica donde las emociones se viven más divinamente. Estos fueron los momentos más apasionados que presencié en las pantallas de mi LD y de mi laptop.

Despedida de Ecbert y Judith (Vikings)


“Vikingos” es la serie menos romántica de la ficción histórica. Le ganó hasta a “Los Tudors” en cinismo sentimental. Los hijos de Ragnar cambian de mujeres a cada rato, Lagertha es una mantis que mata a quien comparta su cama (ahora mató a la embarazada Astrid) y el único romance de la historia, el de Helga y Floki, acabó con un pisotón de elefante de Michael Hirst.

Resalta entonces la evidencia de que la única que ha conocido amor en este cuento, es la sajona Judith. Primero con el monje Athelstane, padre de su hijo, luego con su suegro Ecbert. Judith perdió una oreja al ser juzgada por su puritana sociedad. Sin embargo, todos sus hombres están muertos y ella sigue bien viva y poderosa. Yo creo que, a su manera, Judith amó a su marido, adoró a Athelstane, y quiso sinceramente a Ecbert, por eso la despedida de ella y su suegro rezumó romanticismo.

Ecbert seria chueco, pero era muy valiente. Decidió sacrificarse en un último encuentro con los hijos de Ragnar, pero antes puso a salvo a su familia. Una movida que incluyó a su nuera Judith. Ambos comparten un último, aunque público, momento en el patio del castillo. Antes de subir al carromato, Judith besa a su suegro y le agradece haberla amado. Fue un instante muy bonito y muy red hot.

El beso final (My Mother and Other Strangers)

La BBC también es capaz de cometer errores. Cortó de un tajo la excelente “Home Fires” para reemplazarla con otra historia de Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial y metió la pata hasta el ombligo. My Mother and Other Stranger,” nunca tuvo rating, nunca tuvo fans, nunca tuvo mucha lógica. Aparte de ofender a los irlandeses, esta historia de una base de aviadores estadounidenses en Irlanda del Norte tuvo una heroína payasa y tonta.

Sin embargo, Rose Coyne demostró tener un poco de cerebro y buen gusto al enamorarse del honorable Mayor Ronald Dreyfuss, aunque esto afectase su matrimonio. A pesar de llevar mas de quince años de matrimonio y residencia en Irlanda, Rose todavía actuaba como la inglesa que era, mirando a los aldeanos de arriba para abajo. Por eso fue muy agradable saberla confundida y avergonzada.


Desde ese primer encuentro en el lago en que Ron le recita La Dama de Shallot de Tennyson, que Rose cae redonda y todo lo que hace después para bien o para mal, será en torno al oficial. Sus celos de Tilly, la necesidad de separar a Ron de su propia hermana, y sobre todo la ceguera y sordera de Rose a los problemas de su marido y al mucho amor que este le tiene, nacen de una sola razón, su lucha interna. Ya en el penúltimo capítulo, después de cometer cien pavadas, Rose desesperada besa al oficial en su cocina y descubre que él también la quiere.


 Sin embargo, Tilly que sabe que Ron tiene una esposa escondida en un manicomio, intenta separarlos. Mala idea. Cuando Ron vuelve de los Estados Unidos, donde su loca del ático ha sobrevido a un último intento de suicidio, Rose se le declara de palabra. Por una vez conmueve. “Solo me preguntaba por qué ya no me quiere si yo tanto lo amo”.  Prima el sentido común. Rose se marcha a su casa y el caballeroso Dreyfuss se guarda sus sentimientos en el bolsillo.

Ya en casa, Rose se enfrenta a una cantidad de problemas y mini tragedias que por una vez la tienen sin cuidado. Todo es irreal. Como dice su hija “¡esto parece una farsa francesa con personas que salen de los armarios!” Rose decide salir de su armario. En medio de la lluvia, y en las tinieblas nocturnas,  se pega una carrera a lo Forrest Gump que solo acaba cuando se encuentra con el jeep de Dreyfuss.



A pesar de que hay un ultimo intento de ambos de portarse con honor, se dan cuenta que meter honor en lo que ellos sienten es morbo total. Se funden en un mega beso que recuerda a las películas de los 40s y nos recuerda en los días de desnudos gratuitos y parejas sudadas y bufantes, lo sexy que puede ser un beso.

Espérame en el cielo (Reign)

Yo creo que todos los fans de “Reign” vivimos desde el primer episodio con ese miedo del final del cuento y con la esperanza que una serie que jugaba de manera tan estrafalaria con la historia también hiciese malabares con la suerte de Maria Estuardo.

Sin embargo, la temporada final nos mostró que la historia real siempre prevalece. Pudimos ver a Maria en amores con Lord Gideon, pero al final el diplomático gravitó hacia la corte isabelina dejándole el camino libre a Henry Darnley quien en la vida real y en la pantalla, desposaría a la Reina de los Escoceses. 

Para la boda, Maria estaba clarísima respecto a las intenciones mercenarias de su marido y de que el primo era un vil gusano traidor. Pero, como dicen los mexicanos, por haberse comido la torta antes del recreo, la reina tuvo que casarse antes que se le notara el embarazo.

La serie tomó un derrotero histórico, y (por ende) trágico, con Mary enamorada de Lord Bothwell y éste teniendo que desembarazarla del marido vía el asesinato. Se esperaban al menos tres o cuatro episodios más antes de la muerte de la reina. Ahí habría tiempo de desarrollar la relación Bothwell-Maria, pero esa costumbre lapidaria de las productoras de quitar fondos obligó a la serie a cerrar puertas antes de tiempo. De pronto se saltaron casi tres décadas y nos encontramos en vísperas de la ejecución.

Fueron tristísimos esos últimos momentos, en los que Maria pone sus esperanzas en la intervención de su hijo Jacobo. Pero el Rey de Escocia sucumbe a la ambición de reinar sobre una Gran Bretaña unida, ambición que antepone a la vida de su madre. Vemos a Mary con rostro desolado, con el cabello semi canoso sujeto en severo chongo, y vestida de negro (en la vida real la Reina de los Escoceses se vistió de rojo, el color de los mártires). La reina se hinca en el cadalso, se persigna y pone su cabeza en la piedra, el verdugo levanta el hacha y…

¡Mary despierta en el cielo! Nada de cabezas chorreando sangre, ni de pelucas, ni de perritos escondidos bajo el vestido. Mary despierta desnuda en una cama (Ohhh como quiero ir a ese cielo) y a su lado…Francisco.

Y ahí me doy cuenta de que, aunque no sea histórico, ese sería el final canónico de una serie que siempre dejó claro que el gran amor de la reina fue su primer marido, el Rey de Francia. Mary pestañea asombrada y luego se da cuenta que ya no habrá más sufrimientos ni separaciones. Final perfecto y super romántico.

El desfile privado (The Collection)

“La Colección” fue un drama oscuro, poblado por personajes enmascarados de secretos, demasiado complejos para calificar como románticos. Solo una persona, la semi protagonista, Nina era lo suficientemente joven para enamorarse o provocar sentimientos que podrían calificarse como sentimentales. Algo evidente en esta escena que para mi tuvo todas las connotaciones que debe tener un romance.


Nina es una adolescente que trabaja en el taller de Maison Sabine. Paul Sabine decide convertirla en modelo. Pero Nina, la colegiala inexperta, tiene que superar su miedo a los zapatos de tacón alto. Sin tacones, Nina no puede desfilar. Le toca a Claude Sabine enseñarle a caminar como maniquí. La escena tiene lugar en la buhardilla donde vive Claude.

 Como el personaje de Tom Riley va cambiando de ropa, suponemos que tiene lugar a lo largo de varios días. Todo el proceso va acompañado de una apropiada banda sonora que abarca valses de Strauss, la Habanera de Carmen y temas de los cantautores del momento como Jean Sablón y Charles Trenet. Es una apropiada combinación de lo clásico y lo moderno que refleja el espíritu del New Look.

Durante las lecciones Nina luce diversos modelos de Maison Sabine, desde el mas sencillo (su bata de costurera) hasta un vestido de baile. Primero camina sola, con Claude guiándola desde lo alto de las escaleras. Luego desfilan ambos portando pesos sobre la cabeza para afirmar la figura. Después es Nina la que está en lo alto, como demostrando la evolución de su relación que culmina en un vals compartido. Las connotaciones eróticas de sus movimientos son innegables, pero como todo en la serie está llevado a confundir al público.

A esas alturas tenemos cierta información sobre Claude y Nina. Sabemos que Claude es el verdadero diseñador de Maison Sabine, no su hermano Paul. Sabemos que es homosexual. Lo sabe Nina. A pesar de verse inocente, sabemos que ella tiene un hijo al que se ha visto obligada a dar en adopción. Es solo capítulos mas adelante donde esta escena se nos aclara cuando la misma Nina confesará a su madre el secreto que ella y Claude comparten. Es ahí donde deseamos retroceder y revisar esta escena para notar todas las claves escondidas en cada gesto.

Ese viaje a Kenia (The Crown)

Si algo se puede decir de “The Crown” es que ha sido la tumba de la reputación de mi pobrecito Duque de Edimburgo. Con tanta infame calumnia, Peter Morgan se ha encargado de denigrarlo sin llegar ni a entenderlo ni a entender los logros ni la verdadera tragedia de Philip Mountbatten. Es por eso por lo que valoro tanto el episodio titulado “Hyde Park Corner” donde por última vez se pintó al Príncipe Consorte de manera positiva. Se lo mostró tal cual es: un gran metepatas; un poco iconoclasta en su rechazo a correcciones políticas del ayer y del hoy; pero un individuo simpático, alegre y muy enamorado de la mujer.

Desde el comienzo que hemos visto que muchos (y eso que la serie se guardó las verdaderas conspiraciones palaciegas capitaneadas por mi adorable Sir Alan Lascelles) se opusieron, y por diversas y peregrinas razones, al matrimonio de la princesa Isabel. Aun así, hemos visto a Isabel ser tremendamente feliz junto a su marido. Pasamos al galope esa maravillosa estadía en Malta que fue una prolongación de su luna de miel, y seguimos a los Esposos Mountbatten a ese mágico viaje a Kenia, que ninguno sabe, será la ultima vez (al menos en esa sombría visión Morgan del matrimonio real) en que podrán vivir feliz y despreocupadamente su amor.

Tenemos a una Claire Foy espectacular, bellísima en preciosos trajes incluso en pantalones (nunca más la veremos usarlos) junto a un Matt Smith que por última vez sonríe y se ve sexy y simpático incluso cuando ofende a reyes masái o mete las manos en la comida. Se ven como lo que eran, jóvenes y enamorados, y los nativos que los sirven también caen bajo el embrujo del amor de una pareja tan carismática.


Lo fantástico del viaje es que Morgan erotiza de manera romántica sin caer en vulgaridades a Los Mountbatten. No solo volvemos a verle la cola al príncipe sino también esta esa imagen de Isabel vestida con la camisa del marido (y obvio que no tiene calzones puestos) sacándole fotos a las nalgas de Felipe. Esa estadía en el Treetop Hotel (hotel que literalmente queda en la copa de un árbol) esta teñida con la palabra ‘Sexo”.

Aun así, se nota que la relación trasciende lo sexual y cae en lo romántico como esa escena fantástica en que Felipe enfrenta a un embravecido elefante para proteger a su esposa-futura reina. Ósea ahí tenemos al Matarreyes en el Foso del Oso. Ni hablar de Felipe consolando a la reina por la muerte del padre.

Incluso es romántica esa ultima conversación, en el avión que los lleva de regreso a Londres. Es de madrugada. Isabel y su marido están ahí en piyama, acurrucados, cuchicheando sobre el futuro que los aguarda. No se esperaban que la corona les llegara tan rápido, temen a los cambios que afectarán su relación. El primero es que ya no contarán con Martin Charteris. Ahora les toca apoyarse en Tommy Lascelles a quien Felipe describe como un hombre que” se quedó pegado en La Tierra que el Tiempo Olvidó”.


Efectivamente, la entrada de Sir Alan cargando las ropas de luto de su soberana es el parteaguas que (según la serie) destruye el romance idílico entre Isabel y su consorte. Es Tommy quien ataja a Felipe antes de bajar del avión. Que no se le ocurra adelantarse o caminar a la par de la esposa. “La Corona tiene precedencia”.  Isabel vuelve su cara asustada a mirar al marido. Ese es el fin de su luna de miel. Y ese es el fin de lo romántico, lo sentimental y lo tierno en “The Crown”.

Y Colorín Colorado. A ver si este año nos trae tantas escenas románticas en una época en que lo romántico va perdiendo piso.