martes, 7 de octubre de 2014

¿Es hora de decirle adiós a Grey’s Anatomy?


Las series médicas se caracterizan por su longevidad. “ER” llegó a durar 20 temporadas y “M.A.S.H” estuvo en pantalla (sin contar sus reposiciones) por más de una década. “Grey’s Anatomy” iba por ese mismo camino, pero a juzgar por el inicio de su onceava temporada la serie de Shonda Rhodes anda necesitando que la pongan a pastar.

Me acerqué con mucha trepidación al primer episodio de temporada. Sabía que la partida de Cristina Yang iba a dejar un gigantesco cráter en la trama. Ya me había sido bastante difícil sobrevivir a la doble despedida de Lexi y Mark Sloane hace dos años, pero ahora se trataba de algo diferente.

Aparte de ser uno de las pioneras de la serie, Christina Yang ha sido una de las creaciones dramáticas más fascinantes de la televisión de este siglo. Su ausencia se iba a notar en extremo e iba a afectar el interés que suscitara el show en su audiencia. Por eso se esperaba que Shonda Rimes pusiese especial cuidado en este inicio de temporada para asegurar al fandom que Grey´s Anatomy seguiría brindando la calidad y emotividad que la han caracterizado.


No se si se debió a que la Señora Rimes estuvo muy ocupada con “Scandal” y con su nuevo show “How to Get Away with Murder”, pero nada de lo esperado se materializó en pantalla. La falta de Christina Yang es cada vez mas patente y no únicamente por la patética soledad de Owen que ha convertido el hospital en su hogar, incapaz de rehacer su vida sin su ex esposa.


Los intentos por llenar los zapatos de Yang han sido un total fracaso. Amelia Sheppard es un personaje  fastidioso. Maggie Pierce es adorable, pero no da la talla. Va a terminar siendo una Arizona o April Kepner, nunca alcanzará la estratosfera ocupada por Yang.

Antes de iniciar la temporada, Shonda Rimes declaró que este sería el año de Meredith, que ella seria el foco central de la historia. Aunque La Da. Grey puede ser una criatura encantadora, es difícil desemparejarla de Yang. Se hubiera necesitado  dotarla de subtramas más solidas, y profundas para atrapar al público. Saber si sobrevivirá su matrimonio al sacrificio de Derek, la coloca a la altura de Miranda Bailey quien ha vivido dilemas parecidos. Saber si aceptará a su nueva hermana, nos remonta a los días en que conoció a Lexi. La falencia de este onceavo guion es que no nos presenta nada nuevo por lo tanto es previsible, ergo aburrido.

Incluso cuando ocurrió lo imprevisto como el que, al final del segundo episodio, Maggie revelara su parentesco y Meredith la rechazara, acabo siendo una movida torpe que arruinó lo único que podía añadirle misterio a ese cuento. Lo ideal hubiera sido que Meredith hubiese construido una relación de odio-admiración por el reemplazo de Christina y que de pronto recordará lo que su mente ha bloqueado por 28 años, el embarazo de su madre.


Eso quedó evidente en lo único bueno de estos dos capítulos, el flashback con el que inicia la temporada. Grey recuerda su estadía en Boston cuando contaba cinco años, y como su madre, inexplicablemente, cae al hospital (yo pensé que era otro de esos intentos de suicidio de la manipuladora y lunática Ellis). Cuando Ellis grita “¡No quiero verla!”, no se refiere a Mer como creí al comienzo, sino a la recién nacida Maggie.


Ahora que La Dra. Grey ya sabe quien es Maggie y no le importa tener una hermana, ese ángulo pierde interés, como tampoco puede ya aprovecharse el que Amelia sepa que Richard tiene una hija, una de las pocas posibilidades para que “La Pastora” jugara algún rol significativo en este cuento.
Tengo que reconocer que desde el accidente de aviación, el personaje de Ellen Pompeo se ha vuelto  insubstancial. Su embarazo alternó entre lo trivial y lo irritante, y ahora sin Christina es evidente que no tiene mucho espacio para crecer, menos aun si la vuelven una mocosa malcriada e inmadura.


Aparte de su inexcusable actitud hacia Maggie (aun antes de saberla su hermana), esté el modo desconsiderado con que Mer expulsa a Wilson de su cama. Es cierto que Christina también se metía en la cama de los Sheppard, pero nunca corrió a Derek de su propia alcoba. Con lo hecho, Meredith demuestra egoísmo e irrespeto tanto por Karev como por Jo. Y ya vimos, después de la demanda de Leah,  que no se puede ningunear a los internos. Grey es un buen personaje, pero si no se le da una historia de alto nivel, se vuelve una mujer insoportable y ahora no están presentes la cordura sarcástica y el humor toxico de Christina que le hacían el peso a los defectos de su “persona”.

La debilidad de la protagonista  y lo predecible del guion no son las únicas grietas en esta serie que ya viene arrastrando una decima temporada bastante floja. La grieta más grande se debe a que el peso del argumento lo lleva un clan de personajes protagónicos que pierde resonancia y va en disminución constante. April y Jackson apenas han aparecido en estos dos capítulos, Amanda Bailey se volvió un personaje de relleno, y las trifulcas domesticas de Arizona y Callie dan sueño.

¿Que pasó con todos estos individuos que alguna vez tuvieron historias potentes y nos hicieron quererlos? ¿Qué pasó con una serie que solía traer gente que fascinaba tanto por su destreza medica como por el modo en que jugaba con su vida personal? Parece que lo mejor de “Grey’s Anatomy”  está en Europa  o en el cementerio.

Desde sus inicios “Anatomía de Grey” ha ido perdiendo figuras claves: Burke, George, Izzy.  Pero Lexi más que suplió  la partida de Katherine Heigl, tal como Owen hizo lo suyo al llenar el vacio dejado por Burke. Sin embargo, no se ha podido sustituir a Mark Sloane, y Jackson y April son un relevo mediocre de George y Lexi.

“Grey’s Anatomy” siempre se apoyó  en la interactuación entre la un equipo de médicos profesionales y un alumnado de internos confundidos y problemáticos. Ahora se produjo un desequilibrio.  La última camada de internos fue victima de una curiosa masacre. Yang se llevó al único varón, a Brooks la mataron y a Leah la despidieron. Queda Stephanie, bastante aburridita la pobre, y Jo que se ha convertido en la esperanza de la serie porque la hacen participar en todos los conflictos de esta temporada. Eso reafirma mi impresión de ausencia de figuras importantes, sobre todo varones, lo que limita las oportunidades románticas de la serie.
Jo y Maggie


Como si no sobraran las féminas en batas médicas, este año nos traen a Maggie y Amelia. Puesto que “Grey’s Anatomy” siempre se salva acudiendo al gancho romántico van a necesitar un par de candidatos para estas doctoras. Mi consejo es que no las emparejen con ninguno de los médicos “comprometidos”, ya cansan los triángulos. Me gustaría que Maggie tuviera algo con Owen, y que Amelia se acercara a Richard que viene de salvarse de las garras de la Matriarca  Avery. Pero no creo que lo hagan.

Amelia y Maggie

Todo indica que la historia ha superado su apogeo, que seguirá utilizando formulas ya abusadas en el pasado, y jugando con lo previsible. Está claro que el único camino  de “Grey´s Anatomy” es despedirse con dignidad ya que no tiene nada más que ofrecernos.

2 comentarios:

  1. Empecé a ver Grey's Anatomy este año, y te encuentro toda la razón. El culebrón se ha vuelto aburrido, veré hasta la muerte de Derek (no sé si vea todos los capítulos) y adiós, no la soporto más.

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    1. Tienes razón. Yo deje d verla también por ese entonces. Shonda Rhimes es una romántica, pero del siglo XXI. No entiende ni la dinámica del culebrón clásico, ni la del drama medico y que la fusión estuvo interesante al comienzo, pero ya no es creíble. Después de quince años de ver a los mismos médicos cometer graves errores en su vida familiar, lidiar con problemas domésticos sin mucha sensatez, uno piensa que si están tan ocupados con sus líos románticos y sus ambiciones personales no son profesionales, uno no los quiere de médicos.

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